El comienzo de una vida
La formación humana en el seminario tiene como objetivo acercar al candidato al sacerdocio tanto como sea posible a su ideal: Cristo. Como dice el refrán: «primero el hombre, luego el santo». La base sobre la cual Dios quiere desarrollar una vocación es el hombre totalmente dispuesto a formarse en las virtudes que enriquecen su personalidad. Por lo tanto, tratamos de darle forma a la persona, para que el servicio pastoral se desarrolle de la mejor manera posible. Se le pide mucho al sacerdote, porque tiene que tratar con las personas y tiene que tratar de transmitirles a Cristo de una manera confiable, creativa y con un lenguaje cercano a la realidad humana.
Como formadores, la responsabilidad que tenemos es muy grande. Intentamos dar una formación personalizada, de acuerdo con la realidad de cada individuo. Solo de esta manera es posible orientar al candidato a seguir sus convicciones y formarse, es decir, vivir de tal manera que él mismo esté convencido de que él es el mejor para sí mismo y para su ministerio pastoral.
Todos estos elementos son esenciales para perseverar en el llamado de Dios, ser constantes en el intento una y otra vez, no tener miedo de cometer errores o reconocer sus defectos, levantarse una vez más después de que las cosas no salen como uno desea. Porque la ordenación sacerdotal no es el fin, sino sólo el comienzo de una vida apasionada y fiel al servicio de Dios y de las almas.