Siguiente parada, Roma
Mi proceso formativo transcurría con normalidad en mi querida Arquidiócesis, cuando de repente, a principios de este año, una propuesta cambió todos los “planes humanos” que
tenía. Efectivamente, se trataba de la posibilidad de continuar mis estudios teológicos en Roma.
En ese momento recordé aquella frase de Ratzinger “los caminos del Señor no son cómodos, pero tampoco hemos sido creados para la comodidad, sino para cosas grandes” De esta manera,
la perspectiva cambió y me siento muy bendecido de poder continuar mi formación en el corazón de nuestra Santa Madre Iglesia contando con el apoyo de mi familia y la oración de
mi obispo.
Llevo dos semanas en la Ciudad Eterna y durante este tiempo he podido darme cuenta que, al igual que a mí, Jesús también ha llamado a varios jóvenes de diversas lenguas y
nacionalidades a seguirlo y constituirnos hermanos. El Seminario Maria Mater Ecclesiae es ahora mi nueva casa, la casa en la que daré continuidad y profundizaré aquello que he venido
aprendiendo con la gracia de Dios. El calor climático (alto desde nuestra llegada) ha resultado irrisorio frente al calor humano brindado por los hermanos de la comunidad y la atención
manifestada por los padres formadores.
En particular, algunas cosas me han sorprendido hasta la fecha: la primera tiene que ver con la gracia de poder participar de la adoración eucarística todos los días. La segunda se refleja
en la fraternidad que vive el equipo de formadores. Y la última, se relaciona con toda la riqueza de fe, cultura, gastronomía, lengua y arquitectura que Roma nos presenta. Con ello concluyo
que, al estar aquí, todo seminarista no debe olvidarse de dónde y a qué vino, pero también, debe aprovechar este nuevo horizonte para imparare Roma, es decir, para dejarnos transformar por
todo lo que he señalado antes con el fin de conocer más y servir mejor.
Jorge Eduardo Ruilova
Arquidiócesis de Cuenca, Ecuador