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Fratelli tutti – Encíclica del Santo Padre

El Santo Padre Francisco publicó el sábado 3 de octubre, con motivo de la fiesta de San Francisco el 4 del mismo mes, la encíclica “Fratelli tutti”, donde él mismo dice que quiere dar una “humilde contribución a la reflexión para que, ante las diferentes formas actuales de eliminar o ignorar a los demás, seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y amistad social que no se limita a las palabras”.

La encíclica consta de 7 capítulos. El Santo Padre quiso comenzar el documento señalando una serie de factores importantes que hoy abruman al mundo e impiden el amor fraterno y la amistad, que deben estar presentes en cada persona. Estos factores apuntan a la persona, en su centro amenazado por tantos elementos adversos: rechazo del mundo, derechos no tan universales, conflictos y miedos, pandemias, informar sin sabiduría, sumisión y autodesprecio. Sin embargo, el Santo Padre aún concluye este primer capítulo con un mensaje de esperanza. Él mismo dice: “Dios, de hecho, sigue sembrando semillas de bien en la humanidad”. Estas son las semillas del bien que el Papa explicó en los otros 7 capítulos de la encíclica.

El segundo capítulo está dirigido al “forastero en el camino” tomando como ejemplo la parábola del buen samaritano (Lc 10, 25-37). De hecho, “al amor no le importa si el hermano herido viene de aquí o de allá”. La parábola es “un icono iluminador” porque sacude al hombre y lo obliga a mirar a su alrededor y prestarse al otro, al bien del otro. La inclusión o exclusión de quienes sufren en el camino está presente en cada nación, y para eso, cada nación debe reflexionar e implementar decisiones para ayudar a quienes sufren. ¿Con cuál personaje de la parábola nos parecemos más? Concluye este capítulo invitando a la enseñanza a través de la catequesis y la predicación, para que “incluyan de manera más directa y clara el sentido social de la existencia, la dimensión fraterna de la espiritualidad, la convicción sobre la dignidad inalienable de cada persona y las motivaciones para amar y dar la bienvenida a todos “.

El tercer capítulo apela a la estructura del ser humano, a su plena realización que se hace con el don sincero de sí mismo. Bajo el título “Pensar y generar un mundo abierto”, pretende ser un recordatorio del hecho de poseer la inalienable dignidad humana, y esto hace posible “aceptar los desafíos de soñar y pensar en otra humanidad”. El hecho, por tanto, de afirmar esta inalienabilidad de la dignidad humana abre una serie de desafíos y permite tener el corazón abierto, título del capítulo 4. Recordando que “el hombre es el ser límite que no tiene límite”, Francisco nos invita a abrir el corazón para ir más allá de los prejuicios, las fronteras y promover a las personas y el bien moral, la solidaridad, repensar los derechos de los pueblos y el significado de la propiedad.

El capítulo 5 se refiere a la mejor política, la que permite la amistad social y la fraternidad. Esto se logra cuando se dirige a la realización del bien común. Una política que no quiere ser “populista” sino una política que, para proteger a los pobres, intenta dar trabajo a todos en condiciones adecuadas. Esto implica abandonar una visión liberal individualista. En este sentido, el Santo Padre critica el paradigma tecnocrático al decir que sería necesario que la propaganda mediática tuviera como finalidad potenciar el papel formativo de la amistad fraterna, intentando conseguir que los poderes internacionales estén cada vez más al servicio de todos. Esto también significa cuidar el planeta porque es un préstamo que cada generación recibe y debe pasar a la siguiente. El orden político debe promover la caridad social. De hecho, al final de este capítulo, el llamamiento del Santo Padre es el siguiente: “las preguntas, quizás dolorosas, serán:” ¿Cuánto amor he puesto en mi trabajo? ¿En qué he hecho progresar a la gente? ¿Qué huella he dejado en la vida de la empresa? ¿Qué vínculos reales he construido? ¿Qué fuerzas positivas he liberado? ¿Cuánta paz social he sembrado? ¿Qué he producido en el lugar que se me confió? ” El capítulo 6 se basa en el diálogo y la amistad social. De hecho, “la falta de diálogo significa que nadie, en los sectores individuales, se preocupa por el bien común, sino por obtener las ventajas que brinda el poder o, en el mejor de los casos, por imponer su propia forma de pensar”. El diálogo permite construir juntos, es la base del consenso, donde un mismo consenso conduce a la verdad. Es un arte, el arte del encuentro que es laborioso y artesanal pero necesario porque es donde nos abrimos al otro y “damos” algo a los demás.

El capítulo 7º abre el horizonte a nuevos caminos de un nuevo encuentro: “En muchas partes del mundo se necesitan caminos de paz que lleven a la curación de heridas, se necesitan pacificadores dispuestos a iniciar procesos de curación y renovación, encuentro con ingenio y audacia.” El ingrediente principal será la búsqueda de la verdad, pilar de estos nuevos caminos. Orientado a los pobres y la resolución de conflictos, donde hay luchas, pero también hay y debe haber perdón. “Por supuesto, no es tarea fácil superar el amargo legado de injusticia, hostilidad y desconfianza que dejó el conflicto. Sólo se puede lograr superando el mal con el bien” (cf. Rm 12, 21) Para los que sienten la atracción de la violencia, Jesús mismo nos recuerda “devuelvan la espada  a su lugar, porque todos los que empuñan la espada, a espada morirán” (Mt 26,52).

Finalmente, el capítulo 8 cambia el énfasis en las religiones del mundo que deben estar al servicio de la fraternidad. Estos hombres y mujeres están completamente dedicados al servicio de Dios y por tanto de los hombres, porque todos somos “criatura llamada a ser hijo o hija de Dios”. El diálogo entre todas las religiones se produce porque todos tenemos en común el fundamento de la conciencia de saber que todos somos niños, porque sabemos que hacer presente a Dios en la sociedad es bueno para todos. La religión no puede utilizar la violencia para lograr la conversión de los pueblos, al contrario, fortalecida por su propia identidad, se evangeliza con su propio testimonio de vida. Por último, el Santo Padre recuerda el llamamiento a la paz, la justicia y la fraternidad que había proclamado junto con el Gran Imán Ahmad Al-Tayyeb: “En nombre de Dios y de todo esto, […] [declaramos] adoptar la cultura del diálogo como camino, la colaboración común como conducta, el conocimiento mutuo como método y criterio”. Por fin, recuerda el beato Carlos de Foucault como “hermano universal”.

Para leer y descargar la encíclica, pueden ir al siguiente link: Encíclica del Santo Padre en español