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Fin de año

Hemos alcanzado la meta

Queridos amigos,

Estamos viviendo una época de cambios, y un cambio de época. Estas palabras del Papa Francisco no son nuevas, se encuentran en la Web en numerosos artículos que tienen que ver con la economía, la cultura, la sociedad, el desarrollo tecnológico…

La pandemia del COVID-19 ha venido a confirmar esta idea. La mayoría de los seres humanos contemporáneos no habíamos visto ni experimentado nunca nada parecido.

¿Cómo estamos viviendo esta situación en el Colegio Mater Ecclesiae? El Señor ha sido y sigue siendo infinitamente bueno con nosotros. Desde el 5 de marzo, por indicación de la autoridad civil, quedamos confinados en casa sin poder salir sin motivos graves. Gracias a Dios, las universidades pontificias pronto continuaron dando sus clases a través de Internet y la vida del seminario pudo seguir su ritmo más o menos normal: vida de oración, Santa Misa (no nos faltó ningún día lo más importante, la Eucaristía, la presencia del Señor Jesús vivo entre nosotros), clases, estudio, convivencia fraterna… Todo respetando las medidas de seguridad y prudencia que fueron recomendadas por las autoridades civiles: distancia de al menos un metro entre nosotros, lavarnos con frecuencia las manos, etc. Hemos podido vivir estos meses en un clima de serenidad, paz y confianza en Dios. Ha habido dolor, ciertamente, pues la enfermedad y la muerte han tocado la puerta de casas de personas conocidas. Hemos orado mucho por todas ellas y por todas las personas más necesitadas. Y lo seguimos haciendo.

Este período ha sido de prueba. Ha servido para acrecentar nuestra fe y nuestra confianza en Dios, para ponernos aún más en sus manos, para cultivar la paciencia, orar más, y comprender mejor a nuestros hermanos.

Ahora, al final del curso, vienen los exámenes y después… cierta incertidumbre por el futuro. ¿Podremos salir de Roma para hacer pastoral en alguna parroquia? ¿Podrán volver los seminaristas y los sacerdotes a sus países este verano? Al día de hoy no hay nada seguro. Bueno, sí, hay una cosa segura, y es que Dios nos ama y guía nuestras vidas por caminos misteriosos, a veces dolorosos, pero siempre hacia una meta que es el Cielo, la felicidad plena. Y eso nos da paz, confianza, seguridad. “Aunque pase por valles de tinieblas, yo nunca temeré” -dice el Salmo- “el Señor es mi fuerza, mi roca y salvación”. Pase lo que pase, el Mater Ecclesiae velará por el bien de los sacerdotes y seminaristas que permanezcan en Roma.

¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación, la angustia, el hambre, la espada…? Ni la muerte, ni la enfermedad, ni ningún virus podrá separarnos del amor de Cristo si de verdad creemos y confiamos en El. Pidamos al Señor la gracia de aumentar nuestra fe, nuestra confianza, nuestro amor a El, para poder seguir viviendo estos tiempos recios, este cambio de época, con esperanza y ayudando a los demás como buenos samaritanos y como buenos pastores.

Les pido una oración. Gracias.

P. Enrique Tapia, LC. Rector.